DÍA 3- Sábado 20 de agosto de 2022: Meknes – Puerto del Atlas – Erfoud

21 de agosto de 2022

UN OASIS DE EMOCIONES


Sabíamos que el viaje por carretera iba a ser largo… Y lo fue. La ruta de Meknes a Erfoud que hemos recorrido, además, incluía obras por todas partes. Pero no hay quien nos pare, nosotras lo seguimos pasando bien viajando en nuestra espectacular furgo Hyundai.

Para llegar al sur de Marruecos, donde realmente va a empezar nuestra misión, tuvimos que atravesar el Atlas, la gran cordillera que atraviesa el norte de África. Antes hicimos una parada puntual a la salida de Meknes para comprar pan y agua en las tiendas locales. Poco a poco vamos familiarizándonos con la forma de comunicarnos con los marroquíes; a veces vale con nuestro francés básico y otras, cuando solo hablan árabe, recurrimos a gestos con las manos. Y con ellos conseguimos comprar el pan típico de aquí: khobz, que se pronuncia jóbez. Una pan plano, redondo, esponjoso y con un olor muy característico… Que además está riquísimo.

Ya metidos en la carretera sinuosa que subía el Atlas, llegamos al conocido como “El puerto de los monos”, una zona situada en el Parque Nacional de Ifrane. Allí pudimos ver e interactuar con los monos blancos que viven entre los cedros que rodean la carretera. Nos hicimos unas fotos y nos reímos con lo pintorescos que son, además de enamorarnos de los monos más pequeños. ¡Eran “monísimos”! Nunca mejor dicho…


Muy cerca del punto más alto del recorrido hicimos una parada en el lago Aguelmame Sidi Ali. Es una pena que, debido a la sequía, no pudimos verlo en su máximo esplendor. Aunque, incluso así, nos pareció mágico ver un lago de tal dimensión en mitad de un zona árida y rocosa.

Continuamos por la carretera de montaña pasando por cañones y acantilados con unos paisajes increíbles. De camino nos pilló una calima que nos recordó a la que vivimos hace unas semanas en España, aunque ésta es más “auténtica”.

Una vez pasado este tramo, descendimos la cordillera del Atlas para entrar en un paisaje totalmente diferente, muy seco. Tanto es así que nos sorprendimos al ver el gran oasis del Valle del Ziz, un enorme palmeral donde nos detuvimos en el mirador para apreciarlo en todo su esplendor. 

Entrando a Erfoud vimos a lo lejos las impresionantes dunas de fina arena y su color anaranjado. Pero no nos entretuvimos mucho. Queríamos llegar al hotel, descansar y recargar las pilas para mañana empezar nuestro primer día de revisiones. Pero, para nuestra sorpresa, nos recibieron con música en directo, y como ya habéis leído sobre nosotras, nos gusta la marcha. Así que gastamos la última barrita de batería que nos quedaba, antes de dormir, en unos divertidos bailes autóctonos.