Hoy los voluntarios de la Fundación ALAIN AFFLELOU han realizado gran parte del recorrido de vuelta a casa con sentimientos entremezclados. Durante los 600 kilómetros de las complicadas carreteras que separan Erfoud de Nador, se les han pasado por la cabeza pensamientos de todo tipo: por un lado ya echaban de menos el cariño de los niños marroquíes y la amabilidad y el agradecimiento continuo de los adultos; por otro, también nos reconocen que tienen ganas de ver a sus familias y contarles la experiencia vivida. Queda muy poco para eso; una vez a bordo del barco que desde Nador les llevará esta noche a España, mañana se encontrarán con ellos.
Los momentos emotivos y de reflexión para nuestros voluntarios comenzaron anoche, cuando todos los integrantes de la caravana de “El Desierto de los Niños” les homenajearon públicamente tras la cena de despedida. Lidia, Rubén, Marisa, María, Sonia y Cecilia recibieron un largo aplauso en reconocimiento a su labor de ayuda.
Ya hoy, entre bache y bache a bordo de la furgoneta Hyundai H1, mientras veían el Atlas nevado a lo lejos o atravesaban las áridas planicies de Marruecos, cada uno de ellos nos ha contado lo vivido estos intensos ocho días. “Estuve aquí el año pasado y sabía que esto es duro: son muchos kilómetros de malas carreteras y muchas horas de trabajo sin apenas descanso, pero poder ayudar a estas personas, que lo necesitan mucho, te hace sentir extraordinariamente bien”, nos dice emocionada Lidia. Para Rubén, más reflexivo, “ha sido una experiencia muy bonita en todos los sentidos. Y también me gustaría destacar la buenísima convivencia con mis cinco compañeras”.
Las palabras de Marisa lo dicen todo: “Intentaré volver a El Desierto de los Niños, me ha encantado… la experiencia ha sido genial”. María, por su parte, echa la vista atrás y nos cuenta con su ternura habitual que, “cuando empezó el viaje, me imaginaba que todo iba a ser más tranquilo, pudiendo parar a visitar algunos de los pueblos bonitos que hemos visto desde la furgoneta y realizar las graduaciones con algo más de calma. Pero una vez acabado, ya pudiendo reflexionar tranquilamente lo vivido, la verdad es que me ha encantado. Volvería… ¡seguro!”.
Sonia, por su parte, nos explica que “llevaba tres años intentando venir a El Desierto de los Niños, quería vivir esta experiencia… y la verdad es que ha merecido la pena, ha sido increíble”. Mientras, Cecilia concluye que “participar en esta aventura solidaria me ha hecho reflexionar sobre cómo se vive aquí… sobre las necesidades que tienen estas personas y cómo las resuelven”. Ya tiene claro que algunas de esas necesidades, como por ejemplo ver bien y cuidar sus ojos, quizá no son las más importantes, pero sí les van a ayudar a mejorar su vida. Y han sido ellos, los voluntarios de la Fundación ALAIN AFFLELOU, quienes han aportado ese granito de arena.
Lidia, Rubén, Marisa, María, Sonia, Cecilia… muchas gracias a todos, El Desierto de los Niños os agradece infinitamente vuestra extraordinaria ayuda.